Parece que los humanos han subestimado la cantidad de caca que su ganado está creando. Los científicos saben esto porque pueden verlo desde el espacio.
Para ser justos, no es el excremento animal real lo que pueden ver, sino el amoníaco que libera dicho excremento. El amoníaco (NH3) es un gas residual incoloro que se forma cuando se combinan nitrógeno e hidrógeno. Ocurre en pequeñas cantidades en todas partes en la naturaleza, pero se libera más comúnmente cuando los animales hacen pipí y caca. Cuando una gran cantidad de estiércol animal comienza a descomponerse de una vez, por ejemplo, en una gran granja industrial, el amoníaco liberado puede combinarse con otros compuestos para contaminar el aire, el agua y el suelo. La exposición a estos recursos contaminados puede provocar enfermedades pulmonares y la muerte en los humanos, así como la pérdida de cultivos y la muerte masiva de animales.
El seguimiento y la regulación de las emisiones de amoníaco pueden ayudar a prevenir estos peligros evitables, pero no existe una forma muy confiable de hacerlo a escala global. Con eso en mente, un equipo de científicos dirigido por investigadores de la Universidad Libre de Bruselas (ULB) en Bélgica combinó nueve años de datos satelitales para crear el mapa más completo de amoníaco atmosférico global (y, por lo tanto, excremento animal) jamás creado.
El mapa de amoníaco del equipo, presentado en un nuevo estudio publicado hoy (5 de diciembre) en la revista Nature, revela más de 200 puntos críticos de emisión de amoníaco en todo el mundo, dos tercios de los cuales, según los informes, nunca antes se habían identificado.
"Nuestros resultados sugieren que es necesario revisar completamente los inventarios de emisiones de fuentes de amoníaco antropogénico y dar cuenta de la rápida evolución de tales fuentes a lo largo del tiempo", escribieron los investigadores.
¿Quién se tiró un pedo?
Para su nuevo estudio, los investigadores promediaron nueve años de datos atmosféricos recopilados entre 2007 y 2016 por la misión satelital MetOp, una serie de tres satélites meteorológicos lanzados por la Agencia Espacial Europea para catalogar los diversos componentes de la atmósfera de nuestro planeta, incluido el amoníaco. Estos datos revelaron 242 "puntos críticos" de amoníaco (zonas de emisión con un diámetro de menos de 31 millas, o 50 kilómetros), así como 178 zonas de emisión más amplias.
El equipo utilizó imágenes satelitales para confirmar las fuentes de estos puntos críticos de amoníaco y descubrió que 241 de ellos estaban claramente vinculados a actividades humanas. De ellos, 83 estaban vinculados a la ganadería intensiva y 158 a otras industrias, principalmente plantas que producen fertilizantes a base de amoníaco. El único punto caliente de amoníaco natural se remonta al lago Natron en Tanzania, posiblemente causado por la descomposición de muchas algas y otras materias en el lodo seco. Los minerales que fluyen hacia el lago desde las colinas circundantes hacen que las aguas sean extremadamente alcalinas, lo que le da al lago un pH de hasta 10.5 (el amoníaco, en comparación, tiene un pH de aproximadamente 11).
A partir de su mapa, los autores encontraron algunas conclusiones clave. Para empezar, la mayoría de los puntos críticos de amoníaco del mundo están vinculados "sin ambigüedad" a las actividades humanas. Al observar únicamente los niveles cambiantes de amoníaco atmosférico en todo el mundo, los investigadores pudieron detectar los momentos precisos en que las granjas y plantas industriales se abrieron, cerraron o se expandieron. Un hotspot de amoníaco que florece en Xinjiang, China, en 2012, por ejemplo, coincide exactamente con la apertura de una fábrica de fertilizantes allí.
Más importante aún, el mapa sugiere que los humanos han subestimado enormemente la cantidad de amoníaco que nuestras industrias están liberando a la atmósfera. Según los investigadores, dos tercios de los puntos críticos que encontraron no se habían informado previamente en encuestas ambientales anteriores, mientras que las emisiones de otros puntos críticos no se han reportado de manera significativa.
Si bien el modelo satelital del equipo tiene algunas limitaciones (es difícil calcular las emisiones en áreas ventosas como montañas y costas, por ejemplo), este estudio muestra que la tecnología satelital debería ser capaz de ayudar a las naciones a ser más honestas consigo mismas acerca de su huella de amoníaco.
"Las emisiones de amoníaco en muchos países están aumentando actualmente, incluso en la Unión Europea, que se ha comprometido a lograr una reducción general del 6 por ciento para 2020 y del 19 por ciento para 2030, en comparación con los niveles de 2005", Mark Sutton y Clare Howard, dos investigadores de El Centro NERC de Ecología e Hidrología en Edimburgo, Escocia, que no participó en el estudio, escribió en una carta también publicada en Nature. "Combinado con modelos atmosféricos ... la tecnología satelital ofrece una valiosa herramienta independiente para verificar si los países realmente están logrando sus objetivos".